- ¿Cómo surgió el proyecto de WELCOME?
- Sobre todo porque tenía muchas ganas de hacer una película sobre el tema. Me refiero a las personas que huyen de países enfermos, dispuestas a todo para llegar a El Dorado llamado Inglaterra y que, después de periplos inimaginables, acaban atrapadas en Calais, vejadas, maltratadas y humilladas a unos kilómetros de las costas inglesas que ven a lo lejos.
Una noche hablamos del tema con Olivier Adam y pensé que ese lugar era un poco nuestra frontera “mexicana”, que bastaba con escarbar para encontrar un formidable hilo dramático.
- ¿Cómo fue el proceso?
- Emmanuel y yo nos pusimos en contacto con las asociaciones que se esfuerzan para ayudar a esa gente y nos fuimos a Calais. Durante varios días, en un invierno glacial, convivimos con los voluntarios que intentan aliviar la infernal vida de los refugiados: “la jungla” en la que se refugian, el negocio de los pasadores, la continua persecución policial – de hecho, se les dedica una guarnición al completo –, los centros de retención, los controles de camiones, en los que se esconden para subir a los barcos y donde arriesgan sus vidas para no ser notados por los detectores de CO2, de latidos, los escáneres, etcétera. Pero quizá lo que más nos sorprendió fue la edad de estos refugiados. Los más viejos no han cumplido 25 años. Hay chicos de 15 años que recorren el terrible camino solos. Conversando con Sylvie Copyans, de la Asociación Salam, nos enteramos de que varios, por desesperación, incluso intentaron cruzar el canal a nado… Al cabo de unos días volvimos a París con toda esta información, sin intercambiar una palabra en el camino.
- ¿Cómo nació la trama del guión?
- No podíamos quitarnos de la cabeza la idea del chico que quería atravesar el canal de la Mancha a nado. Emmanuel fue el primero en decir: “Y va a la piscina municipal de Calais para entrenarse”. Y yo añadí: “Allí conoce a un profesor de natación”. En dos frases habíamos resumido la trama y los personajes, conscientes de que no sería una “superescenificación” y de que no traicionaríamos la vida de los refugiados. En un tema tan fuerte, tan actual, la honradez tenía que pasar ante todo.
- ¿Así nació el personaje de Simon?
- Había que alejarse del aspecto documental y enfocar la historia personal de los personajes, las relaciones afectivas que condicionan las vidas de todos y que tan a menudo están detrás de todo lo que pasa.
Observando a los voluntarios, pensé que probablemente algunos vivirían con una pareja que quizá no fuese tan generosa ni estuviera tan comprometida.
Simon tiene fallos, y como todos nosotros, no es perfecto. Al principio, como a casi todos los habitantes de Calais, no le interesa el problema de los emigrantes, simplemente lo ignora. “Baja la mirada y vuelve a su casa”, dice Marion, su ex mujer. De joven tuvo la oportunidad de tener una gran carrera deportiva, pero no puso ser y está amargado. Actúa como si dar clases de natación fuera toda su vida. Su único problema real es que le haya dejado Marion. Conoce a Bilal y decide ayudarle por las razones equivocadas. Ofrece su casa a Bilal y a su amigo Zoran para impresionar a Marion, para demostrarle que no es tan individualista como ella cree, pensando que así podrá conquistarla de nuevo. Pero nada sale como tenía previsto: la ley castiga al que ayuda a un ilegal.
- Bilal quiere ir a Inglaterra para reunirse con Mina. La película podría resumirse como sigue: Un hombre pierde a una mujer y se desquicia; otro, más joven, ama a una mujer y es capaz de cualquier cosa para reunirse con ella.
- Los dos destinos se cruzan y se enfrentan al orden absurdo que rige el mundo.
La película muestra cómo un encuentro casual puede hacer que uno se supere a sí mismo. Creo que hemos hecho este largo porque tenemos ganas de creer en los sentimientos y en la inteligencia, en vez del cinismo y el interés.
- La situación recuerda una época ingrata, la Ocupación.
- Sí, podría transcurrir en 1943, tratarse de alguien que esconde a judíos en su casa y a quien acaban pillando. Pero ocurre hoy, a 200 km de París.
- ¿Escribió el guión pensando en Vincent Lindon?
- Pensé a menudo en él para películas anteriores. Primero porque me parece un actor estupendo, y también porque tengo la sensación de que nos une algo. Normalmente, cuando escribo, intento no pensar en los actores y concentrarme en los personajes. Esta vez no fue así. Comimos juntos y le conté la historia. Me dijo que trabajaría en la película sin leer el guión. Vincent es un hombre con corazón; me parece que además del personaje de Simon, le atraía la idea de meterse en esta historia. Escribí el personaje pensando en él, y nada se ha interpuesto entre nosotros desde entonces. Sin embargo, las personas que nos conocen temían que saltaran chispas en el plató. Pero como ambos íbamos en la misma dirección, la de la película, la química entre los dos fue excepcional.
- ¿Qué tipo de actor es?
- Es capaz de comunicar sensaciones con un simple gesto o una actitud, lo que permite evitar una frase o una palabra. Es un hombre comprometido, un perfeccionista. Como actor, siempre está pendiente y rehúye cualquier detalle efectista, lo que le permite encarnar a la perfección a Simon. Ya sé que después de rodar queda bien que todo el mundo se lance flores, pero conocerle fue magnífico, tanto en el plano artístico como en el humano. Hablamos a diario y nos vemos a menudo. Haremos otras películas juntos.
- ¿Y Audrey Dana?
- Audrey es lo que los anglosajones llaman “the girl next door” (la vecina de al lado), es lo opuesto a una estrella. Tardé en encontrarla. Me hacía falta una mujer creíble como profesora de instituto que, por simple compromiso humano, lleva pasta a los refugiados. Tampoco quería a una sufragista militante. Solo debía ser una joven cómoda consigo misma con una generosidad que no se inventa. Y Audrey es así. Marion le asustaba un poco, pero le gustaba mucho la historia. Además, yo estaba convencido de que podría con el personaje. Es una persona muy entera, que se toma las cosas en serio sin tomarse a sí misma en serio.
- Y a Bilal, ¿cómo le encontró?
- Literalmente como una aguja en un pajar. Era una parte muy importante del reparto. El personaje tiene 17 años, solo habla kurdo e inglés, y debe sostener la película con Vincent. Cada vez que lo pensaba, me entraban sudores fríos. Ni siquiera sabía si existía el actor para interpretarlo. La directora de reparto Tatiana Vialle y yo viajamos durante semanas entre Berlín y Estambul, pasando por Londres y Suecia, donde está afincada una importante comunidad kurda. Por fin, encontramos a Firat en Francia. No es un actor profesional y los primeros ensayos fueron bastante… particulares. Pero tenía una veracidad e intensidad en su interior que marcaban la diferencia.
- ¿Quería ser actor?
- Para nada. Vino a la prueba un poco en broma, y fue necesario convencerle así como a sus padres. Luego pensé en trabajar con él, en ensayar mucho, pero finalmente preferí no destruir su espontaneidad. A medida que se acercaba la fecha del rodaje, mis miedos aumentaban. A Firat le pasaba lo mismo. Una vez en el plató, tardó unas tres horas en encontrar su sitio y la medida del papel.
- Hay muchos actores no profesionales en la película.
- A todos los jóvenes kurdos que Bilal conoce en Calais les encontramos mientras buscábamos al actor que le encarnaría. La mayoría procede de Estambul, de Berlín… He aprendido mucho con ellos. Hay que rodar deprisa, no ensayar demasiado y dejarles evolucionar sin imponer demasiados límites en el plató.
Hubo descubrimientos maravillosos, como la joven Derya, por ejemplo, que encarna a Mina. Se reveló como una actriz excepcional y ahora tiene ganas de seguir la carrera de actriz. Rodamos una escena muy complicada en una sola toma, sin ensayos previos, fiándome de su instinto. Es increíble.
Otros actores, que habían estado en películas mías anteriores, también me gustan mucho, como Emmanuel Courcol, mi coguionista, Blandine Pélissier, Eric Herson-Macarel, Gilles Masson… Y Tatiana supo encontrar a personas magníficas como Olivier Rabourdin, que hace de teniente de policía, un papel muy complicado ya que sale una media de 45 polis en la tele a diario, pero este no debía ser convencional; Patrick Ligarde, el vecino delator.
- Los decorados, como ocurre a menudo en sus películas, son auténticos personajes.
- Desde luego, la piscina municipal actúa de catalizador: no solo evoca la carrera truncada del campeón que Simon habría podido ser; también es el lugar donde Bilal aprende a nadar para cruzar el Canal de la Mancha.
Quería rodar en los decorados naturales donde transcurre la acción. Se cuentan mejor las historias cuando se rueda en una localización auténtica: las calles de Calais, el gigantesco puesto trans-Mancha, la playa Blériot y el continuo ir y venir de ferrys… Estos sitios aportan mayor veracidad a la película. El productor Christophe Rossignon y yo decidimos no rodar en Chequia o Rumanía, como se hace a menudo por motivos económicos. Y se nota en la película.
- La puesta en escena es omnipresente, pero la cámara es muy discreta, casi invisible.
- No hay 40 sitios donde colocar la cámara para rodar una escena, y hace falta encontrarlo. Siempre estoy pidiendo a los actores que busquen el tono adecuado, pero la cámara también puede hablar a su manera. Si se hace notar mucho en una escena, si los movimientos son gratuitos o meramente decorativos, el espectador, de forma inconsciente, pensará: “Claro, es una película”. Cuando eso ocurre, me da la impresión de que se pierde algo. Como espectador, cuando me gusta una película, es como si alguien me hubiese hecho un regalo.
- Durante los primeros 15 minutos de la película, da la sensación de que estamos descubriendo un mundo desconocido.
- Pero muy cercano. No está mal que una película nos permita descubrir una faceta desconocida del país en que vivimos.
En cuanto al problema de los emigrantes, de los refugiados, de los sin papeles, la multiplicidad de los programas de televisión acerca del tema se pierden en la enorme cacofonía mediática. A fin de cuentas, tantos debates, tantas rebeliones legítimas no sirven de nada porque nadie oye nada. Prefiero hacer una película, contar en la gran pantalla la historia de dos hombres ante dos mujeres, enfrentándose a su afecto en medio de todo ese lío. Solo espero conmover al espectador sentado en la oscuridad y ayudarle a hacerse una idea propia sobre el tema. Y espero que algo de la película se quede con él.
- Sobre todo porque tenía muchas ganas de hacer una película sobre el tema. Me refiero a las personas que huyen de países enfermos, dispuestas a todo para llegar a El Dorado llamado Inglaterra y que, después de periplos inimaginables, acaban atrapadas en Calais, vejadas, maltratadas y humilladas a unos kilómetros de las costas inglesas que ven a lo lejos.
Una noche hablamos del tema con Olivier Adam y pensé que ese lugar era un poco nuestra frontera “mexicana”, que bastaba con escarbar para encontrar un formidable hilo dramático.
- ¿Cómo fue el proceso?
- Emmanuel y yo nos pusimos en contacto con las asociaciones que se esfuerzan para ayudar a esa gente y nos fuimos a Calais. Durante varios días, en un invierno glacial, convivimos con los voluntarios que intentan aliviar la infernal vida de los refugiados: “la jungla” en la que se refugian, el negocio de los pasadores, la continua persecución policial – de hecho, se les dedica una guarnición al completo –, los centros de retención, los controles de camiones, en los que se esconden para subir a los barcos y donde arriesgan sus vidas para no ser notados por los detectores de CO2, de latidos, los escáneres, etcétera. Pero quizá lo que más nos sorprendió fue la edad de estos refugiados. Los más viejos no han cumplido 25 años. Hay chicos de 15 años que recorren el terrible camino solos. Conversando con Sylvie Copyans, de la Asociación Salam, nos enteramos de que varios, por desesperación, incluso intentaron cruzar el canal a nado… Al cabo de unos días volvimos a París con toda esta información, sin intercambiar una palabra en el camino.
- ¿Cómo nació la trama del guión?
- No podíamos quitarnos de la cabeza la idea del chico que quería atravesar el canal de la Mancha a nado. Emmanuel fue el primero en decir: “Y va a la piscina municipal de Calais para entrenarse”. Y yo añadí: “Allí conoce a un profesor de natación”. En dos frases habíamos resumido la trama y los personajes, conscientes de que no sería una “superescenificación” y de que no traicionaríamos la vida de los refugiados. En un tema tan fuerte, tan actual, la honradez tenía que pasar ante todo.
- ¿Así nació el personaje de Simon?
- Había que alejarse del aspecto documental y enfocar la historia personal de los personajes, las relaciones afectivas que condicionan las vidas de todos y que tan a menudo están detrás de todo lo que pasa.
Observando a los voluntarios, pensé que probablemente algunos vivirían con una pareja que quizá no fuese tan generosa ni estuviera tan comprometida.
Simon tiene fallos, y como todos nosotros, no es perfecto. Al principio, como a casi todos los habitantes de Calais, no le interesa el problema de los emigrantes, simplemente lo ignora. “Baja la mirada y vuelve a su casa”, dice Marion, su ex mujer. De joven tuvo la oportunidad de tener una gran carrera deportiva, pero no puso ser y está amargado. Actúa como si dar clases de natación fuera toda su vida. Su único problema real es que le haya dejado Marion. Conoce a Bilal y decide ayudarle por las razones equivocadas. Ofrece su casa a Bilal y a su amigo Zoran para impresionar a Marion, para demostrarle que no es tan individualista como ella cree, pensando que así podrá conquistarla de nuevo. Pero nada sale como tenía previsto: la ley castiga al que ayuda a un ilegal.
- Bilal quiere ir a Inglaterra para reunirse con Mina. La película podría resumirse como sigue: Un hombre pierde a una mujer y se desquicia; otro, más joven, ama a una mujer y es capaz de cualquier cosa para reunirse con ella.
- Los dos destinos se cruzan y se enfrentan al orden absurdo que rige el mundo.
La película muestra cómo un encuentro casual puede hacer que uno se supere a sí mismo. Creo que hemos hecho este largo porque tenemos ganas de creer en los sentimientos y en la inteligencia, en vez del cinismo y el interés.
- La situación recuerda una época ingrata, la Ocupación.
- Sí, podría transcurrir en 1943, tratarse de alguien que esconde a judíos en su casa y a quien acaban pillando. Pero ocurre hoy, a 200 km de París.
- ¿Escribió el guión pensando en Vincent Lindon?
- Pensé a menudo en él para películas anteriores. Primero porque me parece un actor estupendo, y también porque tengo la sensación de que nos une algo. Normalmente, cuando escribo, intento no pensar en los actores y concentrarme en los personajes. Esta vez no fue así. Comimos juntos y le conté la historia. Me dijo que trabajaría en la película sin leer el guión. Vincent es un hombre con corazón; me parece que además del personaje de Simon, le atraía la idea de meterse en esta historia. Escribí el personaje pensando en él, y nada se ha interpuesto entre nosotros desde entonces. Sin embargo, las personas que nos conocen temían que saltaran chispas en el plató. Pero como ambos íbamos en la misma dirección, la de la película, la química entre los dos fue excepcional.
- ¿Qué tipo de actor es?
- Es capaz de comunicar sensaciones con un simple gesto o una actitud, lo que permite evitar una frase o una palabra. Es un hombre comprometido, un perfeccionista. Como actor, siempre está pendiente y rehúye cualquier detalle efectista, lo que le permite encarnar a la perfección a Simon. Ya sé que después de rodar queda bien que todo el mundo se lance flores, pero conocerle fue magnífico, tanto en el plano artístico como en el humano. Hablamos a diario y nos vemos a menudo. Haremos otras películas juntos.
- ¿Y Audrey Dana?
- Audrey es lo que los anglosajones llaman “the girl next door” (la vecina de al lado), es lo opuesto a una estrella. Tardé en encontrarla. Me hacía falta una mujer creíble como profesora de instituto que, por simple compromiso humano, lleva pasta a los refugiados. Tampoco quería a una sufragista militante. Solo debía ser una joven cómoda consigo misma con una generosidad que no se inventa. Y Audrey es así. Marion le asustaba un poco, pero le gustaba mucho la historia. Además, yo estaba convencido de que podría con el personaje. Es una persona muy entera, que se toma las cosas en serio sin tomarse a sí misma en serio.
- Y a Bilal, ¿cómo le encontró?
- Literalmente como una aguja en un pajar. Era una parte muy importante del reparto. El personaje tiene 17 años, solo habla kurdo e inglés, y debe sostener la película con Vincent. Cada vez que lo pensaba, me entraban sudores fríos. Ni siquiera sabía si existía el actor para interpretarlo. La directora de reparto Tatiana Vialle y yo viajamos durante semanas entre Berlín y Estambul, pasando por Londres y Suecia, donde está afincada una importante comunidad kurda. Por fin, encontramos a Firat en Francia. No es un actor profesional y los primeros ensayos fueron bastante… particulares. Pero tenía una veracidad e intensidad en su interior que marcaban la diferencia.
- ¿Quería ser actor?
- Para nada. Vino a la prueba un poco en broma, y fue necesario convencerle así como a sus padres. Luego pensé en trabajar con él, en ensayar mucho, pero finalmente preferí no destruir su espontaneidad. A medida que se acercaba la fecha del rodaje, mis miedos aumentaban. A Firat le pasaba lo mismo. Una vez en el plató, tardó unas tres horas en encontrar su sitio y la medida del papel.
- Hay muchos actores no profesionales en la película.
- A todos los jóvenes kurdos que Bilal conoce en Calais les encontramos mientras buscábamos al actor que le encarnaría. La mayoría procede de Estambul, de Berlín… He aprendido mucho con ellos. Hay que rodar deprisa, no ensayar demasiado y dejarles evolucionar sin imponer demasiados límites en el plató.
Hubo descubrimientos maravillosos, como la joven Derya, por ejemplo, que encarna a Mina. Se reveló como una actriz excepcional y ahora tiene ganas de seguir la carrera de actriz. Rodamos una escena muy complicada en una sola toma, sin ensayos previos, fiándome de su instinto. Es increíble.
Otros actores, que habían estado en películas mías anteriores, también me gustan mucho, como Emmanuel Courcol, mi coguionista, Blandine Pélissier, Eric Herson-Macarel, Gilles Masson… Y Tatiana supo encontrar a personas magníficas como Olivier Rabourdin, que hace de teniente de policía, un papel muy complicado ya que sale una media de 45 polis en la tele a diario, pero este no debía ser convencional; Patrick Ligarde, el vecino delator.
- Los decorados, como ocurre a menudo en sus películas, son auténticos personajes.
- Desde luego, la piscina municipal actúa de catalizador: no solo evoca la carrera truncada del campeón que Simon habría podido ser; también es el lugar donde Bilal aprende a nadar para cruzar el Canal de la Mancha.
Quería rodar en los decorados naturales donde transcurre la acción. Se cuentan mejor las historias cuando se rueda en una localización auténtica: las calles de Calais, el gigantesco puesto trans-Mancha, la playa Blériot y el continuo ir y venir de ferrys… Estos sitios aportan mayor veracidad a la película. El productor Christophe Rossignon y yo decidimos no rodar en Chequia o Rumanía, como se hace a menudo por motivos económicos. Y se nota en la película.
- La puesta en escena es omnipresente, pero la cámara es muy discreta, casi invisible.
- No hay 40 sitios donde colocar la cámara para rodar una escena, y hace falta encontrarlo. Siempre estoy pidiendo a los actores que busquen el tono adecuado, pero la cámara también puede hablar a su manera. Si se hace notar mucho en una escena, si los movimientos son gratuitos o meramente decorativos, el espectador, de forma inconsciente, pensará: “Claro, es una película”. Cuando eso ocurre, me da la impresión de que se pierde algo. Como espectador, cuando me gusta una película, es como si alguien me hubiese hecho un regalo.
- Durante los primeros 15 minutos de la película, da la sensación de que estamos descubriendo un mundo desconocido.
- Pero muy cercano. No está mal que una película nos permita descubrir una faceta desconocida del país en que vivimos.
En cuanto al problema de los emigrantes, de los refugiados, de los sin papeles, la multiplicidad de los programas de televisión acerca del tema se pierden en la enorme cacofonía mediática. A fin de cuentas, tantos debates, tantas rebeliones legítimas no sirven de nada porque nadie oye nada. Prefiero hacer una película, contar en la gran pantalla la historia de dos hombres ante dos mujeres, enfrentándose a su afecto en medio de todo ese lío. Solo espero conmover al espectador sentado en la oscuridad y ayudarle a hacerse una idea propia sobre el tema. Y espero que algo de la película se quede con él.
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